Vivir en una casa de cristal en la revista “Diérèse” de Sabine Dewulf
"En este título, el infinitivo implica una especie de programa interior. El tema de la "casa de cristal" evoca una forma de encarnación sólida, mientras que la materia, ligada a la transparencia, nos orienta hacia un valor, una autenticidad o incluso una apertura a el sentido de la existencia La cita en el punto de mira, dos versos de Marina Tsvetaïeva, añade a la de la casa la figura de los árboles, así como la idea de una soledad interior: “Dos árboles buscan unirse” .
El primer verso está marcado con el sello de la negación y el dolor: “No he encontrado torre donde habitar mi locura”. Hermética y opaca, esta torre parece lo contrario de la “casa de cristal”. Las palabras expresan sin disfraz, a la manera de Prévert, lo absurdo de esta soledad: "En tu casa donde nadie viene, hay dos sillas". La casa surge en un contexto de ausencia, es objeto de una búsqueda nostálgica: “Busco en el viento tu casa / la que también era mía”. Los términos rusos ("mujik", "makhorka") sugieren un exilio o un pasado vivido en el extranjero. De hecho, la casa actual se ha vuelto "inhabitable" y el adjetivo al final de la línea acentúa la tragedia de la situación.
Es al poema al que se le asigna la misión de construir esta casa de cristal: “En la palabra / busca tu jardín / con sus senderos frescos”. El texto busca resucitar "una residencia abandonada", también llamada "la habitación de mis amigos". Le gustaría desplegar un espacio respirable (demasiado estrecho ) en una realidad tejida de falsas pretensiones, marcada por el encierro en uno mismo: "la felicidad que habíamos inventado / atada de pies y manos", el “prisionero” “en el fondo de un cava"; “un muro de piedra” que representa “lo imposible”.
Habitar la transparencia implica una escucha profunda: “un simple trino / entrega la llave de todos los reinos”. Se trata de “hacerse silencio” para escuchar “el agua temblar bajo los puentes” y alejar la “ansiedad” profunda y arcaica, aquella que “regresa desde el fondo de los siglos”. La palabra navega entre opuestos para reparar el desgarro: “Sólo hay dos certezas: lo finito, lo infinito”. La forma es libre y flexible, oscila entre verso, verso y texto en prosa. El poema avanza por su propio movimiento, la casa se va construyendo poco a poco. El poeta pretende aclarar "las cuatro paredes de la razón" proclamando: "Hay un lugar donde ya no estaremos / separados".
¿A qué corresponde exactamente el simbolismo del vidrio? El poeta nos responde con un deseo de franqueza, de abnegación: “Vivir en una casa de cristal / en la transparencia de cada gesto”. El vidrio también refleja “el cielo y la tierra en movimiento”. La búsqueda es ante todo la de la luz y el exterior, en sus diversas formas: "lluvia", "aire luminoso" que tiene "el filo de un cuchillo". Tal claridad abre el espacio para el encuentro: se invita al poema a una “jovencita”, que tiene “la gravedad de las aguas profundas, el tintineo de la lluvia sobre un tejado de pizarra”. La casa de cristal se opone tanto a la "casa negra" de la noche como a la "casa en llamas", llena de "cenizas" y "polvo". Deja a cada uno la posibilidad de trazar su propio camino: “hay que vivir bien // sin que nos den una llave”.
El tema de este libro no sólo sale de lo íntimo, sino que tiende hacia lo universal: "¿Pero quién viene allí? [...] ¿Es éste el rey de este mundo? ¿El único?" Un rey "del amor" está invitado a presentarse, consciente de la interdependencia de los seres y de las cosas: "el fuego, las cenizas", "lo posible, lo imposible"... Ofreciéndose así la esperanza de una verdadera transparencia, donde el pájaro y el árbol se combinan para ayudarnos a “reencantar/nuestro desarraigo”.
Sabine Dewulf
Artículo publicado en la revista Diérèse en octubre de 2022.
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