Vivir en una casa de cristal en la revista "Phoenix" de Karim De Broucker

Viviendo en una casa de cristal, Phoenix


“Vivir en una casa de cristal comienza con estas palabras: “No he encontrado una torre donde habitar mi locura”. El primer momento de este pequeño libro denso, que parece un intento de relectura existencial y espiritual, queda así bajo la influencia , más que bajo el signo del encierro del poeta, simbolizado por la famosa torre del Neckar. El verso, en esta primera fase, falta de aliento; la estrofa es breve, voluntariamente rota, chocada, reflejando así sin duda los giros sin perspectiva de una vida artificial, o demasiado protegida, una vida que vive "donde no está" (p.12), en resumen: "espasmódica, mentirosa, mi línea de vida" (p.18), dicen los sabios límites respetados de este alejandrino, de uno mismo forjados.
Pero algunos granos de arena descarrilan poco a poco el disco y su coro: estos granos son semillas, a menudo pequeñas, de apariencia banal: un árbol, un pájaro, una llama en el altar... aparecen brechas en la muralla, ventanas, palmas abiertas. , la línea claramente trazada de la vida acoge felizmente lo ilegible, cuyos contornos sólo la palabra y sus sombras proyectadas se atreven a esbozar, o... al silencio: “Conviértete en silencio. Un silencio más agudo que el silencio. » (p.26), tal vez un eco del “aliento del fin del silencio” de Isaías, conlleva no poder y no conocimiento: “[…] debemos vivir bien / sin que alguien nos entregue una llave” (p. .55), un “dejar vivir” expresado en este hermoso verso “Que tiemble un poco el agua debajo de los puentes” (p.26).
Finalmente, en una prosa más amplia y apacible, emerge el porche de la casa de cristal que no elimina ni angustias ni sombras pero cuya transparencia, hermana de la del agua corriente, como una misteriosa “mujer risueña” que parece ser la anfitriona, nos invita simplemente mirar (“la mirada humana, esta obra maestra inacabada”, p. 49) y habitar lo que hay y lo que pasa riendo… hacerse anfitriona de un carácter superior que “está a la puerta y llama” (cf. Ap. 3, 20), y cuyo “paso es más ligero que las armas” (p.57).
Los pasos de los lectores van acompañados de los bellos dibujos a lápiz de Pauline Rouzet, la hija del poeta. Es un juego de eclosión bajo “lluvia” (ver p. 43), de incrustaciones de sombra y luz, de profundidades y superficies, que junto a las palabras también nos invita a habitar pacíficamente lo que está ahí, y nos permite percibir admirablemente “ Todo este espacio feliz/viviente entre los seres” (p.18)”


Karim De Broucker

Columna publicada en la revista. Fénix (N° 38) en diciembre de 2022

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