“Con la cabeza sobre mis hombros recibí lo positivo enterrado ahora en lo más profundo / interior vino de todas partes está / en mí es mío ahora / me desborda”, escribe Samuel Buckman antes de constatar que su casillero existencial está vacío…

Queda “todo lo que queda”, como dijo Beckett. Es decir, eso poco que puede ser algo más allá de las apariencias cuando, sin embargo, se vuelven cada vez más transparentes. Lo cual no es una “cura cinematográfica” cuando la pantalla de la psique se queda en blanco.

Por supuesto, como todas las especies vivas, cada uno sigue comiendo lo que puede. Sólo para seguir adelante. Tanto es así que “ un sustrato homogéneo se cierne sobre nuestras raíces”, las nutre en la lengua donde ya no hay lengua pero que todavía habla en la blanca extensión.

Todo queda aquí en este rastrillaje existencial que sigue siendo sobre todo una cuestión de lenguaje. Esto es lo que al menos permite –lejos de deambular– contar los ladrillos que poco a poco se van tapiando, aunque tampoco sean visibles. Tanto es así que resulta imposible encontrar algo a lo que agarrarse donde estos ladrillos crean un muro de lenguaje sin asperezas y sin esperanza de volver a encontrarlas.

Por eso, escribe Buckman, “en mi idioma / sin idioma”. O al menos afirma que ahí dentro está todo vacío. O incluso… Porque tenemos que ver esta lengua y su “chusma” que no deja de hablar y dice “cállate” si es necesario.

Y esto porque, desde el comienzo de los tiempos, andando por las ramas del mundo y de la existencia, el lenguaje –ignorando incluso su nombre– se queda atrás de manera inconsistente. ¿Pero no es así como algo avanza? Incluso si mete el rabo entre las piernas, en su agujero más profundo. Pero, en última instancia, en este retorno río arriba, siempre “ello” avanza, y este libro lo demuestra.

Jean-Paul Gavard-Perret

Artículo publicado en Libra-critique el 10 de julio de 2022:
[Crónica] Jean-Paul Gavard-Perret, Samuel Buckman: muro y lamentaciones. | librería-crítica (t-pas-net.com)

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